El cierre de las librerías, un desastre cultural.
Ayer como de costumbre iba caminando, enchufado a la radio, cuando anunciaron el cierre de una de las mejores librerías de nuestro país, la librería en cuestión, Portadores de Sueños, recibió el reconocimiento de, Librería Cultural, por nuestro Ministerio de Cultura, en el año 2012. La deliciosa librería está situada en Zaragoza, y es una empresa familiar, regentada por una pareja que oferta no solo, literatura de calidad sino también, una potente oferta cultural, no en vano han pasado por allí, los más grandes de la literatura de nuestro país como; Antonio Muñoz Molina, Iñaki Gabilondo, Rosa Montero o Fernando Aramburu; quien recientemente, les ha dedicado un precioso y certero artículo, en su divino blog http://fernandoaramburu.blogspot.com/.
El caso es que aún, siendo un espacio cultural se han visto abocados al cierre, la librera explica los motivos de manera clara y contundente “No vendemos suficientes libros para que sea viable. Somos una librería de fondo y tener las estanterías llenas de libros supone tener un capital inmovilizado enorme. Además, la inversión que hay que hacer cada mes para comprar las novedades es altísima”
Parece que el sello de librería cultural no les ha protegido del cierre, puesto que de las veinte librerías que lo han conseguido, tres ya han tenido que cerrar !Es tan desolador!… que los lectores no sepamos apreciar el esfuerzo y tiempo que le han tenido que dedicar estos libreros, para ser merecedores del premio.
Mientras escuchaba la noticia no se me quitaba de la cabeza la primera librería de verdad; que no fue únicamente, papelería de mi barrio. La apertura de aquella librería fue uno de los hitos culturales más rompedores de nuestro barrio, en años. La librería se llamaba Pinocho, y era regentada por un chico joven y muy moderno a nuestros ojos de niños de barrio. Alex, así se llamaba el librero, poseía una selección de libros exquisitamente elegidos, quizás, demasiado para nuestro barrio. Aunque no se trataba de una librería grande, nuestro librero nos conseguía casi lo que demandaramos por muy extraño que fuera, así, en pocos días ya teníamos el libro solicitado en su librería. Antes de la “cultura instantánea o Nesquik” no suponía ningún drama que el libro en cuestión tardara en llegar unos días, si cabe, lo esperábamos con más ganas y de paso cuando íbamos a recogerlo, descubríamos algún nuevo tesoro, a veces recomendado por Alex. Otras veces simplemente, ibas a echar el rato escuchando boquiabierto, las magistrales conversaciones de los tertulianos que acudían por la librería, probablemente amigos de nuestro librero.
El caso, es que nuestro librero, sin salir del barrio, nos descubrió infinitos mundos a los que nos gustaba leer, y con nuestros padres como cómplices, si, cómplices porque respetaban la cultura de la que fueron privados, por eso y aunque anduvieran “apretados,” para libros siempre se “sacaba”, a pesar de que ellos tuvieran que renunciar a mil cosas.
Siempre me he sentido protegido en las librerías, parece que nada malo te puede pasar allí, así que cada vez que cierran una o dos por día en el caso de España, me entristezco y me asalta la reflexión de que todos somos un poco culpables, tanto nosotros como la propia Administración. La Administración porque no cuida de la cultura adecuadamente (los libreros no solo viven de reconocimientos) y nosotros , porque a pesar de defender las librerías como espacios culturales, nos olvidamos de comprar libros.
La solución al problema está en nuestras manos, sino queremos que cierren librerías acudamos a ellas y acordémonos de que una librería da de comer a muchas familias, cada cual que se acuerde de su librera o librero favorito, que en nuestro caso son multitud.