Nos hace muchísma ilusión presentaros nuestro nuevo libro «El Libro de experimentos abracadabrantes de Hugo Comas» una luminiscente novela dirigida, a lectores entre nueve y ciento nueve años, que fusiona ciencia y literatura en un solo universo.
Un, dos, tres, abracadabra pata de… una escritora, Carmen Rodríguez y un profesor de ciencias, Sergio Castro, o lo que es lo mismo profesor10demates, se han unido para romper las barreras entre las letras y las ciencias con este ecléctico libro.
Las letras y las ciencias se han unido en esta abracadabrante historia ¡La unión hace la fuerza!
Enrólate en esta electrizante aventura en la que Sarah, una chica con “mucha chispa”, junto a Hugo Comas y su perro Filomeno, “dos electroplasmas” de color verde radiactivo deberán completar un antiguo y misterioso cuaderno de experimentos científicos, para regresar con sus familias. Finalizar el cuaderno de experimentos, les va a suponer un arduo camino sembrado de obstáculos a los que deberán hacer frente armándose de ingenio y en el que la ciencia juega un papel fundamental. Sarah, Hugo, Filomeno y el resto del grupo te agradecerán hasta la eternidad si les echas un cable colaborando en el cuaderno de experimentos que se recoge en el epílogo del libro. Cada experimento abracadabrante se acompaña de su explicación científica en vídeo, a la que se accede a través de un código QR. Si al finalizar la lectura os volvéis seres luminiscentes no os preocupéis mucho…
Acompaña a Hugo Comas, Filomeno y a Sarah en aventura “electroplasmática”
«…Al instante, un violento escalofrío me recorrió el espinazo de arriba abajo y de abajo arriba y, como si de una señal se tratara, alcé la mirada hacia uno de los grandes ventanales del piso superior, donde un niño de cabellos dorados como el sol, más o menos de mi edad, vestido con una levita roja que contrastaba con el color…. verde fluorescente de su piel, nos observaba con curiosidad desde su silla de ruedas. Extasiada con la intensa luz que emanaba su rostro y cuyo impactante color se debía con toda seguridad al reflejo de la luz sobre alguna superficie verde, alcé la mano en señal de saludo. De pronto, un simpático perro salchicha me devolvió el saludo y, lanzándose desde el regazo del «chico verde fluorescente», se estampinó contra el cristal del amplio ventanal, al que intentó pegarse como una ventosa. En el intento infructuoso de no caerse, una sustancia luminiscente procedente de su larga lengua y de sus patas tiñó el ventanal de radioactivos churretones. Tan divertida como atónita por lo que acababa de suceder, fui incapaz de apartar la mirada de aquella ventana teñida de churretones fluorescentes, hasta que un intenso fogonazo de radioactiva luz me cegó por unos segundos. Para cuando abrí los ojos, tanto el cómico perro salchicha como su dueño ya no estaban. No quedaba rastro alguno ni del chico fluorescente ni de su radioactivo can.»