Las Aulas Hospitalarias. Los faros de los Hospitales. Fragmentos de una educación desconocida.
Llevo días dándole vueltas a la idea de escribir una serie de artículos en los que sea capaz de captar y transmitir, el trabajo que realizan los profesionales de una parte del sistema educativo menos visible para la mayoría, pero no por ello menos importante, por lo que su esfuerzo no debe permanecer al margen de las políticas de educación cambiantes que se les van ocurriendo a los diferentes partidos de turno, no se trata de una educación “marginal” al contrario afecta a miles de personas . Este serie de artículos los iré publicando con el título “ Fragmentos de una educación desconocida”.
En algún instante de nuestra vida y por diversas causas hemos sido, o seremos alumnos de estos maestros y maestras que se dedican a enseñarnos, a guiarnos, a ayudarnos en nuestras vidas, desde estos ámbitos de la educación de los que menos se habla.
Hoy me gustaría comenzar con las aulas hospitalarias.
A principios de los años 80, mi mujer Carmen permaneció ingresada durante tres años en un hospital madrileño, a consecuencia de un Linfoma No- Hodgkin, desplazada de su entorno, de su escuela y de sus amigos, encontró un apoyo inestimable en el aula hospitalaria del Ramón y Cajal. Pero casi prefiero que sea Carmen la que nos hable del papel de éstos docentes a los que recuerda con tanto cariño.
Si, en el año 82, cuando media España celebraba el célebre mundial, las células de mi cuerpo se revolucionaron como los hooligans de un equipo de futbol ,el equipo para el que jugaban se llamaba Linfoma No- Hodgkin y a pesar de no haber firmado ninguna cláusula millonaria me tuve que mudar a Madrid, al hospital Ramón y Cajal, y como si fuera un deportista de alto rendimiento, hasta que me dieron el alta, entre idas y venidas, transcurrieron tres interminables años, lejos de mis amigos, de mi colegio y de mi antigua vida. Mi nuevo ambiente transcurría entre médicos, enfermeras, auxiliares celadores….aunque también entre otros colegas enfermos. Parte de lo que había conocido hasta ese momento ya no me servía. No quedaba rastro de las viejas rutinas, lo único que aún me aferraba a la vida normal eran las aulas hospitalarias.
En aquella época en la que no teníamos tablets, ni teléfonos móviles, en el “centro de alto rendimiento” matábamos el tiempo leyendo o jugando con las primeras maquinita de marcianos, aún así, las horas en el hospital se estiraban como un caramelo derretido, así que acudir al aula hospitalaria no suponía ningún sacrificio, al contrario era liberador, nos permitía anclarnos a una vida normal siendo un nexo de unión con nuestros colegios anteriores.
Difícilmente podré olvidar , a mi profe del aula hospitalaria del Ramón y Cajal, salvo que algún día el Alzheimer me borre de la realidad. La labor de aquel hombre fue vibrante, coordinado con los profes de mi colegio, no permitió que me quedara estancada, sino que en aquella difícil situación alimentó nuestras inquietudes por seguir aprendiendo, avivando nuestras habilidades personales.
Aquellos primeros fareros y fareras, debían llevar poco tiempo iluminando nuestras vidas, de hecho, creo que la primera regulación legal de las aulas hospitalarias coincide con el año de mi ingreso en el Ramón Y Cajal, año 82,el enfoque de cubrir las necesidad educativas de los niños y niñas ingresados era un concepto relativamente nuevo dentro del mundo educativo.
La tarea de los docentes siempre es compleja pero tratándose de trabajar con niños enfermos aún más, porque intervienen más agentes en el proceso educativo, los docentes se tienen que coordinar con los médicos, con las familias , con los profesores de los colegios de origen de los chavales y con los propios chavales enfermos, lidiando con nuevos sentimientos de tristeza o rabia que no pocas veces sentimos y también, asustados y desmotivados, con la nueva realidad que nos ha tocado en suerte.
La enseñanza de los profesionales de las aulas hospitalarias era, y es totalmente personalizada e individualizada, trabajan con cada alumno, conocen su historial médico y se adaptan a sus necesidades normalizando su situación. Unas veces, debido a los efectos secundarios de los tratamientos suministrados, otras veces debido a las visitas médicas , o a nuestro estado emocional se hacía imposible acudir a clase, así que los docentes se adaptaban a esas necesidades, acudiendo incluso a nuestras habitaciones para trabajar con nosotros. Una de las señas de identidad de éstos profesionales tan desconocidos, es la flexibilidad.
El trabajo de los docentes en las aulas hospitalarias es esencial para normalizar la vida de los chavales, a los que nos han arrancado la vida de cuajo por un instante. Sentir que continuas formando parte de la vida real es clave para no desmotivarte, para no desconectarte del mundo educativo y para que cuando te vuelvas a incorporar a tu escuela de origen no te sientas tan perdido.
Un aula hospitalaria, no es ni más, ni menos que un centro educativo con algunas peculiaridades y con muchas virtudes, en el que prima la enseñanza individualizada, personalizada, integradora, con profesionales que tiran de la creatividad, que rompen la monotonía introduciendo “flipped Classroom”, trabajando por proyectos de manera motivadora. En estos centros educativos se llevan a cabo talleres para aprender con la práctica sobre diferentes temáticas. No me puedo olvidar de los talleres que se llevan a cabo en mi antigua aula del Ramón y Cajal, fruto de cual ha nacido una publicación tan creativa como “Las neuronas juguetonas”.
En la época en la que yo estuve ingresada casi no existían entidades sin ánimo de lucro que colaboraran con la aulas hospitalarias, o si ya las había, yo no tuve el placer de conocerlas, así que me gustaría hacer mención de algunas que bien conozco por el trabajo que desarrollan o bien las he conocido a través del “boca oreja” , seguro que hay muchas más, si conocéis alguna más, actuar como altavoz lo bueno hay que difundirlo; Ciencia Terapia, Fundación Aladína, Roots and Shoots, Fundación Pequeño Deseo, Fundación Abracacadabra, Fundación Theodora….
Los fragmentos de esta educación menos conocida, comparten algunas características comunes, pero la más valiosa, es que constituyen una eficaz herramientas para que los chavales se sientan valorados y no pierdan la confianza en sí mimos, de manera que no se descuelguen del sistema educativo.
Artículo de Carmen Rodriguez @MariaCarmenRo10
Recomendaciones.
La educación del niño enfermo Ángel Mejía TEDx
Página Web Aulas hospitalaria
Revista Consejo Escolar Comunidad Madrid
Aulas hospitalarias de la comunidad de Madrid
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