Yuli, el niño cubano pobre y negro, que bailaba break dance y que no quería ser bailarín, sino futbolista.
Hace unas dos semanas, nos encontramos en la bandeja de entrada de nuestro correo con una invitación de la productora Turanga films, para asistir a un pase de la nueva peli de Icíar Bollaín, cómo soy de los que piensan que hay que exprimir todo lo bueno que nos traiga la vida, no me lo pensé dos veces, y cogí el tren de las 6 de la mañana rumbo a los cines Verdi, de Madrid. Pensé, no todos los días le invitan a uno al cine y menos para ver una peli de Icíar Bollaín ¿No te parece? A nosotros el cine de Iciar nos encanta, lo encontramos muy rico y lleno de delicados matices. En las pelis de Iciar los silencios y las miradas cuentan tanto, o más que las palabras.
Volviendo a la oscuridad de los cines Verdi, la última peli de Icíar se titula Yuli , y cuenta la vida del bailarín cubano Carlos Acosta desde su infancia en un barrio pobre de la Habana hasta la actualidad. Carlos o Yuli, como le llaman cariñosamente en su familia pasó de la más absoluta pobreza, a tocar el cielo de la danza con las yemas de sus dedos, en su caso, con las de sus pies, con sudor y lágrimas o como diría la profesora de la serie de danza más famosa de todos los tiempos “La fama cuesta, y aquí es donde vais a empezar a pagar con… sudor” Imaginarse, !Cuánto sudor derramaría el pobre Yuli! porque los de Fama eran neoyorqinos y comparado a nuestro bailarín lo tenían “chupado”. En palabras del propio Carlos Acosta el camino fue doloroso. Así, en unas recientes declaraciones realizadas para el periódico, El País, el bailarín habla del dolor no solo físico, sino del alma “Sí, el dolor: dolor del alma y dolores físicos, porque el ballet es dolor físico para amoldar el cuerpo a que haga tu deseo. Es una paradoja, porque del dolor sale el genio. El castillo no te enseña nada, pero el desierto sí, y a mí me tocó el desierto. Yo no le deseo a nadie ese sufrimiento, esa sensación de soledad, pero es que ese sufrimiento al mismo tiempo es lo que me dio la rabia y la pasión”.
Ese dolor, esa rabia y esa pasión del bailarín, junto con la tenacidad y la inteligencia natural de su padre, que supo ver en él, un talento especial para la danza le llevaron hacía una vida, con la que a los pobres les está prohibido soñar. El niño pobre y negro, que bailaba break dance y que no quería ser bailarín, sino futbolista, llegó a ser el primer bailarín de la Royal Ballet de Londres, donde desarrolló una carrera brillante, y rompiendo todas las barreras inimaginables hasta el momento, interpretó papeles tradicionalmente reservados para bailarines blancos, como Don Quijote con nuestra magnifica bailarina Tamara Rojo, o Romeo, en el auditorio de Covent Garden.
La película de Icíar esta llena de matices, nos habla del amor de un padre hacia su hijo, así como, de la necesidad visceral de ofrecerle una vida mejor. La peli nos enseña un padre rudo y hecho a si mismo, hijo de esclavos negros, orgulloso de su identidad y que aspira como todos los padres del mundo, a que sus hijos tengan una vida mejor. En el caso de Yuli, a pesar de su escaso nivel cultural y de la sociedad machista en que les tocó vivir, su padre confió en el talento natural para la danza de Carlos, así que para apartarlo de la calle, a los nueve años le apunta a la escuela elemental de danza, de la Habana.
Debido a las extrañas conexiones de mi cerebro, me ha venido a la mente, un anécdota que lo oí a la maestra de las maestras, la periodista Nieves Concostrina. La periodista procede de un barrio humilde de Madrid, Villaverde cruce, un barrio antaño peligroso y duro rodeado de chabolas y descampados, pues bien, parece ser que la madre de Nieves con esa inteligencia natural propia de las madres, le sacaba un bono de verano para que Nieves acudiera a unas piscinas alejadas de su barrio ,con la idea de apartarla de la calle durante el largo verano de la infancia, sin obligaciones escolares. O sea, salvando las distancias, el padre del bailarín cubano y la madre de Nieves perseguían el mismo objetivo, si es que….. el objetivo es universal a todos las madres y padres del mundo.
La peli de Icíar presenta una amplia graduación de colores, es tan rica en matices.. ..nos habla del racismo, del racismo en el mundo del ballet que aún pervive como en tantos otros ámbitos de la vida pero también, del racismo dentro de su propia familia.
Uno de los matices de la peli está en el amor que siente Yuli por su país del que nunca se olvidó, regresando a su Cuba anhelada coronado de éxitos, para crear una escuela de danza con la idea de formar a jóvenes bailarines y enseñar al mundo el talento cubano.
Yuli está sal pimentada con preciosas coreografías, en las que el bailarín Carlos Acosta baila fragmentos de su propia vida, acompañado por la música del maestro, Alberto Iglesias y bajo la mirada de Icíar Bollaín, consiguen emocionarnos.
Es difícil describir la amplia gama de colores de la película, pero yo me quedo con una frase del propio Carlos Acosta, que define el espíritu de la peli “Nadie puede imaginarse lo que se siente cuando tú estás parado en un salón de ensayo y hay 80 bailarines blancos y solo dos negros, y viene alguien y te mira así, de arriba abajo, y sigue caminando. Es muy intimidante… Esa mirada puede decir millones de cosas, o nada, tú no sabes, pero como ya estás predispuesto piensas de todo, y te dices, coño, esto va a ser muy duro, esto me va a costar mucho más que a los demás”
Artículo de Carmen Rodriguez @MariaCarmenRo10
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