Las historias de la porcelana de Ausencia.
La fantasía de la Navidad siempre me gustó, por un lado, el frío reaviva mis neuronas y por otro, el clima invernal es el que más se adapta a mi melancolía vital. Ciertamente, con los años las ausencias pesan más y más, y por muchos años que pasen nuestros ausentes siguen anclados a nosotros.
Mi madre es mi gran ausencia y es que Ausencia se llamaba mi madre, ocurrencias de mi abuela…. que le dio por ponerle a dos de sus hijas, Ausencia y Visitación. Ausencia y Visitación… en su pueblo decían, “la señora Elvira tiene dos hijas, cuando una esta ausente la otra está de visita”. Mi madre nunca entendió como su madre con un nombre tan corriente, Elvira, se le ocurrió elegir unos nombres tan raros y contrapuestos para sus hijas, sin embargo, yo creo que precisamente, porque como mi abuela no era una mujer nada corriente para la época, quiso que sus hijas no tuvieran nombres corrientes, con la idea de que se salieran un poco de aquella uniformidad de la España gris de posguerra.
Ausencia fue una mujer dulce y cariñosa, y guapa, muy guapa con una belleza tipo Sofía Loren, su nombre nunca le hizo justicia porque siempre fue una madre presente, aún cuando perdió la memoria no dejó de estar presente ni un solo día, a mi madre le habría pegado mucho más el nombre de Presencia, como le llamaban algunas mujeres del barrio.
Ausencia nunca le hizo honor a su nombre, incluso ahora que ya no está con nosotros, su presencia consigue colarse en las comidas y cenas navideñas, con sutileza, a través de diferentes anécdotas y también, de sus objetos más preciados, entre los que se cuenta una fina vajilla de porcelana que aprovechaba para sacar cada navidad y en las pequeñas celebraciones familiares, vajilla que me ha quedado en herencia. A mi madre le encantaba todo lo relacionado con el menaje del hogar, desde que tengo uso de razón la recuerdo comprando finas mantelerías y completando casi pieza a pieza dos vajillas , con la idea de dejármelas como legado. Me ha llevado más de cuarenta años darme cuenta del amor que encierra el acto de haberme dejado, no solo sus enseñanzas, sino también sus tesoros más preciados.
A la muerte de mi madre, fue mi cuñada la primera persona que reparó en la belleza de aquellas vajillas, sacándolas del aparador del salón e incorporándolas de nuevo a las reuniones hogareñas.
La elegante porcelana de Ausencia guarda una historia tan entretenida como las que se reservaba ella para amenizarnos las reuniones familiares. Cada pieza de la vajilla viene marcada con el sello de, Royal China, fabricada en Vigo. Parece ser que la exótica Royal China, era una de las marcas finas del desaparecido grupo de empresarial Manuel Álvarez e hijos, con sede en la capital pontevedresa, responsable también de la fabricación de los icónicos platos de duralex (transparentes, verdes..) tan presentes en las mesas españolas de nuestra infancia. Su fundador fue Manuel Álvarez, un orensano que emigró a Cuba como tantos otros gallegos en busca de fortuna. Manuel fundó su propia empresa para fabricar loza, en el año 27, a su vuelta de Cuba, poco a poco el avispado gallego se fue abriendo paso en el mercado español, tanto es así, que ni durante la guerra civil española se paró la producción de la fabrica, puesto que el empresario orensano se supo adaptar rápidamente a los cambios, reorientando su empresa hacia la producción de vidrio, material muy demandado durante la guerra, debido a la urgente necesidad de recipientes de vidrio para hospitales, farmacias y laboratorios.
En el año 1938, fallece Manuel y fueron sus hijos Manuel y Moisés quienes se quedaron al frente de la empresa, pero en realidad, don Manuel había apostado por su hijo Moisés para continuar con su obra, así años atrás y tras finalizar sus estudios de ingeniería le había enviado a la localidad inglesa de Stoke on Trent, considerada la capital inglesa de la cerámica, para que aprendiera el oficio de fabricar porcelana, con la idea de que se hiciera cargo de la fabrica de Vigo, y no se equivocó, su hijo Moisés convirtió la empresa en una de las más grandes de Galicia y de España, consiguiendo traspasar fronteras llegó a exportar cerámica a diversos países del continente americano y europeo. En el año 1973, el grupo empresarial contaba con nueve fábricas y entorno cinco mil empleados, llegándose a construir 103 viviendas en el entorno de la fábrica de Vigo para dar cobijo a sus trabajadores. En 1975 muere Moisés Álvarez, y el grupo empresarial va perdiendo cuota de mercado hasta su cierre definitivo en el año 2002.
Casi después de veinte años desde su cierre, se siguen vendiendo vajillas con el logo de Santa Clara, MAH (Moisés Álvarez e Hijos) o Moahsa, a través de paginas de segunda mano.
A este fin de año únicamente, le pido que la exótica vajilla de mi madre nos siga contando historias, a los que estamos y a las generaciones venideras.